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Por Edgar Ferrer

Como venimos desarrollando en artículos anteriores, Antonio Vivaldi fue un músico prolífico que se desarrolló como instrumentista, director, compositor, arreglista de sus propias obras y pedagogo. A simple vista nos parece este artista que tuvo un estilo de vida prodigioso pero lejano a las rutinas que tenemos hoy en día. Tengamos en cuenta que hablamos de un hombre que vivió entre los siglos XVII y XVIII en la ciudad europea de Venecia, sin luz eléctrica, sin teléfono, sin internet e inmerso en otro sistema social y político.

Entonces, ¿en qué se puede parecer la vida de un músico contemporáneo con la vida de un músico del 1.700?

Hoy voy a tomar como ejemplo al maestro Tomás Iglesias, que es compositor, orquestador, arreglista, pianista y pedagogo. Vive en Auckland, Nueva Zelanda, a donde viajó para completar sus estudios. Tomás fue uno de mis estudiantes, con quien emprendí el proceso de enseñanza de las Técnicas de Creatividad Musical y cuyo proceso de aprendizaje acompañé.

Las palabras de Tomás Iglesias, sobre su recorrido profesional, son estas: “Soy compositor, conductor, orquestador y profesor de piano. Vivo en Auckland, Nueva Zelanda, y aquí completé mis estudios de Licenciatura en Composición. En mi carrera universitaria, que me brindó mucho conocimiento teórico, yo sentía que no tenía la técnica suficiente, que me faltaba conocimiento práctico”.

Escuchando su testimonio podemos notar rápidamente que nos describe una vida bastante similar a la que pudo haber tenido Antonio Vivaldi en términos de dedicación y aplicación profesional, cambiando sobre todo los medios y los modos.

vivaldi

¿Por qué comparar los estilos de vida de Antonio Vivaldi y Tomás Iglesias?

Tomás Iglesias compone música para cortos y mediometrajes cinematográficos y hace composiciones y arreglos para sus estudiantes de nivel secundario. Una diferencia sustancial, salvando las distancias, es lo que le costó formarse en el oficio. Si bien empezó a estudiar en Argentina y luego se graduó en Auckland, predominaba la formación teórica, y él necesitaba tener herramientas para poder trabajar y expresarse.

Por ejemplo, sobre su experiencia creando música para piezas audiovisuales, Tomás cuenta: “Me pedían que hiciera el score para una película, pero no tenía la técnica suficiente para orquestar, para componer. Sentía que mi conocimiento era pura y exclusivamente teórico, entonces, por medio de recomendación, lo conocí al maestro Edgar Ferrer y comenzamos con los estudios”. 

Cuando nos conocimos, empezamos a desarrollar un camino de conocimiento basado fundamentalmente en la práctica, en una metodología de la experiencia que después, a partir de la reflexión, se transformó en conocimiento real.

«Yo sentía que no tenía la técnica suficiente, que me faltaba conocimiento práctico» 

“Esto no solo me dio la técnica, sino que ayudó a posicionarme de manera profesional. Conseguí un puesto de trabajo en la escuela Auckland Normal Intermediate, donde hice las orquestaciones y conduje la orquesta. Son chicos que si bien son jóvenes, tienen muchísima técnica musical y necesitaban dirección, no tenían nadie que hiciera los arreglos”, explica Tomás. 

En otro momento de su testimonio, mi ahora colega comenta que una vez que incorporó la metodología, ya pudo implementarla, sin necesidad de terminar todos los ejercicios en su totalidad, y así “salir laboralmente a conseguir más experiencia”. Como mencionamos anteriormente, adquirir conocimiento “real” se puede llevar a cabo a través de la práctica, aunque el conocimiento real es mucho menos frecuente de lo que parece. Esto es algo que vamos a seguir desarrollando en los próximos artículos

Después de Vivaldi: la historia de la carrera de Tomás Iglesias en la música, contada por él mismo